miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL PÁJARO DE FUEGO

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El Pájaro de Fuego (Жар-птица "Zhar-Ptitsa", en ruso), es un ave mágica muy presente en los cuentos de hadas de la mitología eslava e iraniana.


Introducción:

El pájaro de fuego es frecuentemente referido como un gran pájaro de vistosas plumas que fulgura vivamente con una luz carmesí, anaranjada y/o amarilla, como una pira que es sólo el pasado de una flama revoltosa. El plumaje no se resigna a dejar de brillar grandemente si se le extrae, y una sola pluma puede irradiar una gran alcoba si no es cubierta. En una iconografía ulterior, la forma del pájaro de fuego tiene generalmente la forma de un pequeño pavo real de tonos ígneos, con un penacho en su testa y las plumas caudales con unos "ojos" de resplandor penetrante.

Tiene la doble condición de ser, a la vez, prosperidad y condena para su apresador.


La leyenda:

En todas las Rusias no había cazador más valeroso que el zarévich Iván. Carecía de opositor a la hora de penetrar en lo más recóndito del bosque, por las sendas más difíciles, y de trepar los peñascales más escabrosos.

Un día, en el decurso de una cacería, el zarévich Iván llegó a una zona del bosque, libre de follaje, que no conocía. Por una pared pedregosa bajaba un salto de agua límpida. El zarévich iba a tomar una libación del líquido elemento cuando advirtió un poco más allá un inusitado manzano preñado de manzanas áureas.

Una exótica ave con el plumaje de tonalidades ígneas estaba parada sobre uno de los brazos del árbol.

Al momento, el zarévich dispuso su arco. Proyectó una flecha. El pájaro tuvo el tiempo preciso para abandonarlo y, así, poder escapar del disparo letal. Pero Iván logró prenderlo antes de que comenzase su huida.

-¡Zarévich Iván, dejadme alzar el vuelo! -imploró el pájaro-. Os lo compensaré eternamente. Aprehended una de mis plumas: si os encontráis en peligro, os bastará con batirla y yo partiré en vuestro auxilio.

El zarévich se dejó persuadir y perdonó a la extraordinaria ave.

Acto seguido, atendió una jubilosa algarabía al otro lado del peñasco. Avivado por la curiosidad, fue a conocer qué acontecía. Lo que se le reveló le dejó embelesado.

En un paisaje desértico se elevaba un recinto rodeado de altas murallas. Flanqueaba su paso una auténtica milicia de caballeros petrificados.

Vertiginosamente el portón del castillo se abrió y dio paso a un grupo de muchachas que entonaban bellos cantos. Una de ellas era tan hermosa que el zarévich sintió un deseo inexorable de conocerla. En cuanto la joven reparó en él, palideció sobremanera y profirió:

-¡Ahuyéntate de este lugar maligno! Estos son los dominios del hechicero Kasvhei, el imperecedero. Si repara en ti te convertirá en estatua.

-Yo soy el príncipe Iván, hijo del Zar –respondió el joven-. Y no le tengo temor a nada ni a nadie. Pero tú, bella chiquilla, ¿cómo te citan?

La joven se echó a correr hacia el castillo con sus compañeras. Momento previo de desvanecerse detrás de la ciclópea puerta, musitó:

-Me llaman Zarevna.

¿Cómo tornar a ver a la preciosa Zarevna? Ésa fue la cuestión que desde a la sazón angustió a Iván.

Rumió en ello toda la jornada, pero no encontró la contestación. Al alcanzar la oscuridad se proveyó de valor y llamó a la puerta de la fortificación. En ese intervalo comenzó a bufar un enérgico céfiro y resonó un trueno. Los relámpagos encendieron el cielo. Aterradores demonios bicéfalos brotaron de la tierra y, lanzando bramidos hoscos, se enfilaron hacia el zarévich. Repentinamente, al albor de un relámpago, emergió una forma oscura: era el brujo Kasvhei. Alzando los brazos, se puso a declamar una extraña salmodia mientras los demonios progresaban, con aire malintencionado. Y el zarévich Iván sintió que sus extremidades se tornaban duras y gélidas. ¡Se estaba transfigurando en estatua!

Angustiado, Iván sacó la pluma del pájaro de fuego y la sacudió. Un punto brillante como una deflagración brotó al instante en el cielo, acercándose a toda presteza. Los demonios enmudecieron y comenzaron una retirada sigilosa.

Y cuando el punto materializó la forma del pájaro de fuego, los demonios se resguardaron los ojos y se escabulleron gruñendo. El suelo palpitó y se quebró, devorando en un santiamén a toda aquella horda demoníaca.

El viento cedió seguidamente y los nubarrones dieron paso a la luz del firmamento. Un silencio mortecino lo colmaba todo. Aunque ya no había vestigio alguno de los demonios ni del hechicero Kasvhei, Iván sabía que el maligno personaje, no obstante, seguía activo. Pero ¿dónde se ocultaba?

En aquel momento el pájaro de fuego condujo al zarévich hasta el árbol de las manzanas de oro y le dijo:

-Ahí, debajo de ese árbol, se halla el alma eterna de Kasvhei.

Iván descubrió una oquedad bajo las raíces del asombroso manzano. En su intimidad estaba celosamente guardado un huevo de pata. Lo agarró y lo expulsó al aire. Cuando el huevo se estrelló contra el suelo, se dispersó de él una nube de humo y de fuego. Entonces un chillido ensordecedor resonó en todo el bosque.

¡Esta vez Kasvhei, el perverso, por fin muerto quedó!

Los muros de su castillo se desmoronaron y las estatuas de los caballeros recobraron la vida que perdieron. Por fin libres, las doncellas se reunieron con sus solícitos caballeros. Resplandeciente, Zarevna partió velozmente hacia Iván.

Los dos enamorados enlazaron sus manos y se juraron amor eterno, mientras el pájaro de fuego se alzaba por las alturas coreando una bella canción.


FIN



Adaptación: Santiago Peña


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